Cuando se precipita la cesárea

Cómo os contaba, me sentí fatal cuando me dijeron que Princess venía en podálica y tendría que nacer por cesárea. No sé si fueron las hormonas, las expectativas o qué, pero me sentí la peor madre del mundo, ¡y aun no lo era!

En las clases preparto conocí a una mamá que iba a tener su segunda hija, por cesárea por segunda vez. Ella me tranquilizó, junto con la matrona, me explicaron que en dos días ya te levantas de la cama y que en unos 15 puedes hacer vida normal. Esa misma tarde, en la clase de natación, una amiga que iba mes y medio por delante en su embarazo, me contó que lo suyo iba a ser cesárea también. Quedamos en que nos veríamos y me contaría todo cuando ella lo hubiera pasado. Su príncipe nació y fui a verla al cabo de un mes (a mi me quedaba poco ya). Ella me contó que todo había ido genial, que no es tanto como parece y que a la semana ya estaba recuperada, aunque no podía levantar peso. La verdad es que todo aquello me tranquilizaba, cada vez me sentía mejor. Me había hecho a la idea de que era lo mejor para las dos.

Tenía prevista la fecha de parto para el 12 de marzo, así que programamos la cesárea para el 8. Ya que podía elegir, ¿qué día mejor para traer al mundo a una niña? ¡Así salía peleona como la madre! (Nota para despistados: 8 de marzo = día de la mujer trabajadora, jejeje). Así que el 26 de febrero era la última revisión. Entré nerviosa y con la débil esperanza de Princess hubiera girado. Obviamente no fue así. Le comento a mi ginecólogo que creo haber expulsado el tapón mucoso. Se ríe. Me dice “es casi imposible pero las mamis de hoy estáis tan informadas que miraremos para asegurar”. Me pone el ecógrafo y se queda pálido…

“Efectivamente. Esta señora quiere salir y no piensa esperar al día 8. Mañana a las 8 de la mañana te quiero en la clínica para analítica y correas”. El corazón me dió un vuelco. ¡¿Mañana?! Miré a mi marido con cara de horror. “Según veamos igual hay que hacer la cesárea mañana. Llamará a la clínica que lo tengan todo dispuesto”.

¡Madre mía! ¿Enserio? No sabía si reir o llorar…